Peligros geológicos, discapacidad y planes de seguridad escolar
En Chile, el último estudio de discapacidad (ENDIDE) realizado el año 2022 por el Ministerio de Desarrollo Social y Familia, el Servicio Nacional de la Discapacidad (SENADIS) y el Servicio Nacional del Adulto Mayor (SENAMA) indicó que aproximadamente el 17.6% de la población presenta algún tipo de discapacidad. Aunque los resultados relacionados a los niños (segmento 2-17 años) que tienen esta condición aún no han sido liberados, al año 2015, representaba aproximadamente un 5.8%.
Considerando que nuestro país tiene una “profusa historia” en lo que refiere a desastres socionaturales como terremotos, tsunamis, erupciones volcánicas y aluviones, dada su intrincada configuración geológica, en la última década se han desarrollado diferentes iniciativas y planes de acción para alertar, informar y educar a nuestra población acerca de esta temática. El problema es que, en general, estos esfuerzos no han considerado a las personas en situación de discapacidad (PcD), sus familias o acompañantes, lo que aumenta su riesgo en base a la ausencia de protocolos preventivos y reactivos ante la ocurrencia de estos fenómenos. Estas iniciativas deben poseer una componente elaborada desde la perspectiva de las PcD, construidas con elementos y herramientas científicas y sociales que hayan tenido adecuaciones disponibles en función de sus realidades. Como esta comunidad siempre lo ha expresado “nada sobre nosotros sin nosotros”.
Dado que esta entrega de información sólo ocurre como iniciativas aisladas, se incrementa su vulnerabilidad en respuesta al contexto social en el que se desenvuelven, es decir, la sociedad los “discapacita” ante estos fenómenos, tomando en cuenta que la definición de discapacidad depende de la interacción con las barreras que el medio les impone día a día.
Aunque la problemática descrita es inherente a todas las regiones del país, hay áreas donde la búsqueda de metodologías orientadas hacia la etapa preventiva de la Gestión de Riesgo del Desastre y su relación con la discapacidad son indispensables, dado el alto impacto social que han generado dentro de la comunidad y su repercusión en el ámbito de la comunicación de las ciencias. Este es el caso de la precordillera de Santiago, que abarca las comunas de Lo Barnechea, Las Condes, La Reina, Peñalolén, La Florida y Puente Alto, donde a partir de fines de la década de los 90′, se ha ido concentrando una alta densidad de población, con una deficiente planificación territorial, sin considerar parámetros relacionados a peligros geológicos, como lo son las quebradas, cada vez con mayor actividad en respuesta al cambio climático y susceptibilidad de generar remociones en masa (aluviones), así como la presencia de la traza de la Falla de San Ramón. Para esta estructura geológica, de naturaleza superficial, Vargas-Easton et al. (2017) indican que sus últimos movimientos habrían ocurrido hace 6-7 mil años, lo configura un escenario de riesgo sísmico complejo para el sector, bastante difundido por diferentes medios de prensa, no obstante, se continúan presentando proyectos inmobiliarios en el área en cuestión.
En respuesta a este poblamiento poco regulado en la precordillera, se ha registrado un aumento de la infraestructura crítica para poder responder a las necesidades crecientes de este segmento de la población, como colegios, universidades, centros de salud, etc. En el caso de los establecimientos educacionales, existe un plan de gestión del riesgo, denominado Plan Integral de Seguridad Escolar (PISE), cuyo lineamientos fueron determinados por la ex- Oficina Nacional de Emergencia (ONEMI), actual SENAPRED y el Ministerio de Educación. Este debe incorporar todos los peligros geológicos inherentes a la ubicación geográfica del establecimiento, así como tópicos inherentes a la discapacidad en situación de emergencia y desastres, que, en la práctica, no se cumple. Lo anterior, porque la generación y puesta en práctica del PISE es, en general, realizada por personal de la misma comunidad educativa, como una actividad anexa a sus recargadas agendas, sin entregarle las herramientas que les permitan hacer un levantamiento de las amenazas geológicas de su entorno, como accesos a mapas geológicos y publicaciones con las interpretaciones de los peligros geológicos elaboradas por geocientistas. Por ende, es difícil “aterrizar” esta nueva información, encontrar profesionales de las ciencias de la tierra que tengan la disposición para trabajar con estos resultados en conjunto y, más aún, confeccionar herramientas de Diseño Universal de Aprendizaje y/o adecuaciones orientadas a estudiantes en situación de discapacidad (sensorial, intelectual, motora).
Teniendo en cuenta que el 2 de abril se conmemoró el Día de la Concientización del Autismo y en base a la nueva Ley de Autismo, el diseño un PISE con adecuaciones se vuelve crítico en escuelas “especiales” o “inclusivas”. Estos establecimientos han tenido un aumento sostenido en los últimos años de la matrícula de estudiantes con Trastorno del Espectro Autista (TEA), Trastorno por Déficit Atencional e Hiperactividad (TDHA), Síndrome de Down, entre otros, que deben ser anticipados de forma preventiva acerca de los peligros geológicos, con el fin de anticiparlos, para así disminuir desregulaciones ante su ocurrencia, ya que se altera su rutina, se instala el miedo ante lo desconocido, provocando crisis que puede contribuir al caos del momento.
Incluso existen establecimientos construidos en zonas cercanas a las “cicatrices” del aluvión de 1993 ocurrido en la Quebrada de Macul, el que tuvo víctimas fatales asociadas y fue altamente destructivo, en los que el Plan de Seguridad Escolar es predominantemente reactivo y con una visión ausente y/o restringida en lo que refiere a discapacidad. Por lo tanto e incorporando el concepto que la mitigación depende en parte de la memoria colectiva respecto de cómo interactuamos con nuestro medio natural cuando éste presenta algún comportamiento “anómalo”, teniendo en cuenta que la definición de territorio depende, en parte, de la memoria de las personas que lo habitan, es imprescindible entregar a la comunidad que habita la pre-cordillera de Santiago el conocimiento geológico acerca de su entorno próximo, para que ellos puedan generar sus propias preguntas y que la comunidad científica e instituciones sean capaces de establecer un diálogo simple y abierto con los mismos, para que así se desarrollen soluciones cooperativas que apunten a sus problemáticas. Lo anterior requiere un trabajo de base, la entrega de elementos geológicos de forma simplificada a la comunidad, orientado a diferentes unidades y segmentos de la población, priorizando grupos vulnerables: comunidades educativas, agrupaciones de personas en situación de discapacidad, juntas de vecinos, grupos de inmigrantes, adultos mayores, entre otros, con el fin de democratizar el conocimiento y tener la confianza en que aquellos que lo reciben lo utilizarán como un insumo en el momento de la ocurrencia de un desastre socio natural.
Por Dra. Natalia Astudillo